martes, 10 de noviembre de 2015

La búsqueda de orígenes

España

por Carmen Paniagua
 Hay una tarea a la que todo padre o madre adoptivo tiene que hacer frente: contarle a su hijo que es adoptado. En definitiva, decirle que ellos no son sus padres biológicos e informarle sobre su pasado. Afrontar la comunicación de los orígenes no es tarea fácil para los adoptantes, por ello dedicaremos esta entrada a darles algunos consejos sobre cómo pueden hacerlo más fácil.

Para que haya una adopción, es necesario que un menor haya sufrido previamente una pérdida, un abandono, no importando en qué edad haya tenido lugar. Sea cuando sea, la persona que se supone que más debería haberte querido y cuidado, ha sido la primera en abandonarte, y aunque hayas encontrado nuevos padres que te quieren más que a nadie… ese sentimiento siempre queda ahí, como una música de fondo que te acompaña allá donde vayas.
Para comenzar, es necesario dejar claro que el menor tiene derecho a conocer su pasado (Ley 54/2007), no siendo esto una opción del adulto que le ha adoptado. Partiendo de esto, podemos enfrentarnos a dos situaciones diferentes: el niño sabe su pasado o lo ignora.
Es fácil saber si eres adoptado si procedes de una etnia distinta a tus padres o si la adopción se produjo cuando tenías, por ejemplo, 6 años. Sin embargo, hay otros casos en los que los menores no tienen recuerdo de la adopción y no hay ningún indicador externo que la haga evidente (a esto se le llama adopción invisible). En este segundo caso, es necesario informar de la condición de adoptado o adoptada y explicar qué significa, haciéndolo pronto (2-4 años) y posteriormente ampliando y completando dicha información a medida que las capacidades de comprensión del menor lo vayan permitiendo, siempre dentro de un clima de seguridad y afectividad. Es esencial un aspecto: no recurrir a la mentira. Se pueden dar informaciones incompletas o suavizadas, pero nunca falsas, porque la verdad acabará apareciendo antes o después, y en ese caso minará la confianza y las relaciones.
Contar a un niño o niña de 2-3 años su historia suele ser muy fácil, ya que a esa edad no genera grandes dudas ni preguntas difíciles de contestar. Será suficiente con que la historia sea sencilla e introduzca el concepto de la adopción, que hable de una familia anterior y de una familia actual. En esta etapa lo único que puede costar trabajo es que los adoptantes estén tranquilos y confiados al hablar con su hijo o hija.
Lo más difícil suele ser mantener esta información, recordándola de vez en cuando en el momento en que surja la ocasión (o creando ocasiones para que surja), ampliando la información paulatinamente. Es decir, no basta con decirle a nuestro hijo de tres años que es adoptado una vez y no volver a hablar sobre el tema hasta años después, sino que es una información que debe estar presente y no evitarla. Un buen modo de conseguir esto es tener a la vista fotografías del pasado del menor, como pueden ser de su país o ciudad de origen, del momento del primer encuentro, música tradicional de su país si proviene de la adopción internacional, etc. Esto no sólo sirve para propiciar la comunicación, sino que también representa un respeto a un pasado que se reconoce y se valora.
El pasado de los menores adoptados no es algo ajeno a ellos; reconocerlo y valorarlo supone reconocer y valorar al propio niño (y futuro adulto), del mismo modo que evitar el tema o decir abiertamente que no se quiere hablar de él es rechazar al menor.
No es una buena opción dejar que sea el menor quien inice la conversación sobre la adopción o dejar que haga él preguntas para sacar el tema, ya que lo habitual es que los niños y niñas pequeños que han sido adoptados no pregunten. Esto no quiere decir que no tengan dudas o deseos de hablar, sino más bien no les gusta sacar el tema o no se sienten con la confianza suficiente como para hacerlo. Es por ello que deben ser los adoptantes quienes tomen la iniciativa, en un justo equilibrio entre tener presente el tema para que haya confianza y no insistir continuamente en él.
Una buena herramienta para trabajar el pasado de los menores adoptados es lo que se conoce como El libro de vida. Se trata de un libro en el que se recogen datos sobre el pasado del niño o niña hasta la actualidad, ilustrando los contenidos con fotos, dibujos, pegatinas, textos escritos… Este libro puede convertirse en un punto de referencia importante para el niño o niña, por lo que es recomendable que lo tengan en un lugar de fácil acceso, como podría ser su habitación. También resulta muy útil para establecer conversación, ya que les ayuda a hacer preguntas y explorar sentimientos.  Algunos contenidos que pueden aparecer en el libro de vida son: país, ciudad o comunidad de origen del menor y aspectos culturales del mismo, lugares, situaciones y personas significativas del pasado, el primer encuentro de la familia adoptiva con el menor, la llegada al nuevo hogar, primeras semanas juntos, el progreso en su crecimiento y las primeras adquisiciones, sus amigos y profesores, las calificaciones académicas, sus aficiones y actividades importantes, recuerdos de excursiones y vacaciones, etc.
Sin embargo, como hemos comentado, también están los menores que fueron adoptados a una cierta edad y tienen plena consciencia sobre su pasado y sobre el hecho de que han sido adoptados. En esta situación, es frecuente tener la tentación de pensar que puesto que el niño o niña lo sabe todo sobre su pasado (pudiendo saber más incluso que los propios adoptantes), no hay nada sobre lo que hablar. Resulta evidente que en este caso la tarea no consiste en revelar información, sino en ayudar a que el menor organice sus recuerdos y se reconcilie con ciertos hechos y sentimientos del pasado, permitiéndole expresar qué siente al respecto y facilitandole comunicar preocupaciones que pueden estar causándole malestar psicológico.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es que la calidad de la comunicación sobre la adopción no guarda ninguna relación con la cantidad de información que se tenga. Se le puede haber transmitido mucha información al menor sobre su pasado, y sin embargo, dicha comunicación ser de mala calidad, por ejemplo, ser transmitida de forma poco comprensible para el adoptado, con un tono emocional negativo o en un momento inoportuno. Del mismo modo, se puede tener muy poca información sobre el pasado, y sin embargo ser capaz de lograr una comunicación rica y sensible. En este segundo caso, la clave no sería la transmisión de información concreta, sino la exploración de distintas posibilidades y las explicaciones respecto a qué podría haber pasado, quiénes podrían haber estado implicados, cómo se siente el niño o niña… De este modo, no resulta esencial qué se cuenta, sino la actitud con la que se hace, junto con la disponibilidad para hablar y para normalizar los sentimientos que estos temas puedan provocar.
Al igual que hemos dicho que contar la historia a un niño pequeño es fácil, también es frecuente que entre los 6 -9 años, debido a la evolución de su inteligencia, aparezca una mayor comprensión sobre la adopción y puedan aparecer sentimientos de tristeza, rabia o confusión. Estos sentimientos son completammente normales y suelen tener un carácter pasajero, sobre todo si los adoptantes ayudan a los menores a gestionarlos.
Otra etapa importante en este tema es la adolescencia, aquí pueden volver a reactivarse preguntas y sentimientos relacionados con la adopción. De nuevo, las capacidades intelectuales logradas les van a permitir hacerse preguntas más complicadas (¿qué hubiera pasado si…? ¿sería posible saber más o conocer más…?). A esto es a lo que se le suele llamar “búsqueda de orígenes” y se diferencia de las etapas anteriores en que esta búsqueda no se hace a un plano interno, sino que es frecuente que las planteen abiertamente, de forma externa.
Aunque existe mucha diversidad, la mayor parte de los adolescentes adoptados lo que necesitan es tener toda la información que haya disponible sobre ellos, sobre sus vidas, ya que se encuentran en una etapa en la que es esencial elaborar la propia identidad, y en el caso de los menores adoptados se encuentran ante un rompecabezas en el que faltan piezas esenciales. Muchos se sienten satisfechos llegando a esta fase, teniendo incluso que aceptar que siempre habrá piezas ausentes y que su rompecabezas nunca estará del todo completo. Sin embargo hay otros que se pueden plantear algo más: el deseo de contactar o conocer a personas significativas de su pasado. La mayoría de los adolescentes adoptados se sienten cómodos sabiendo que esto será posible llegado el momento, que no se le impide ni se rechaza, ya que la búsqueda de personas del pasado suele ser una tarea más de la adultez que de la adolescencia.
Evidentemente, estos temas se plantean de forma algo diferente según si la adopción ha sido nacional o internacional. En la primera opción, se suele tener más información y es más fácil acceder a estos datos si es necesario; en la segunda, la información suele ser escasa y las posibilidades reales de encontrar a personas o acceder a más datos son más improbables. Este hecho ha dado lugar a que a algunos adoptantes les parezca más ventajosa la segunda opción, porque aleja la posible preocupación sobre encuentros o contactos. Por el contrario, los adoptados suelen encontrarse más cómodos en la primera, ya que tienen más facilidad para elaborar su identidad y conocer su pasado, pues aunque puede que nunca se movilicen para propiciar  el contacto, saben que tienen la posibilidad de hacerlo si lo desean.
Para terminar, es importante saber que todo lo explicado anteriormente forma parte de lo que se considera normal en la adopción. Del mismo modo, es importante también insistir en la necesidad de abordar estas cuestiones en un clima de afecto, comprensión y seguridad, no dar información falsa y tener claro que lo que está en juego no son sólo datos sino, esencialmente, sentimientos e identidad personal.
Fuente: www.psicomemorias.com/

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