viernes, 5 de mayo de 2017

Pérdida y dolor en los niños adoptados


Como padres adoptivos, los cambios y la confianza de nuestros hijos en su mundo dependen de nuestra habilidad para identificar su dolor y sus pérdidas, acompañarlos en su dolor, y ayudarles a crecer desde su dolor. Esta responsabilidad parental comienza cuando adoptamos y continúa mientras guiamos a nuestros niños hasta la adultez.
Como padres, trabajadores sociales o psicólogos vemos la adopción como un hecho feliz, alegre. Un niño sin familia ahora tiene una. Una familia que ansiaba compartir su amor ahora puede abrir su corazón.
El tema del dolor no es un tópico en discusión cuando se considera la adopción. No es un aspecto corriente en las clases para futuros padres adoptivos. Algunos libros y foros de padres discuten los posibles sentimientos de pérdida, el trauma y el dolor de los niños adoptados.
Intelectualmente, comprendemos que los bebes y niños adoptados experimentan sentimientos de disconfort, pérdida y confusión durante las primeras semanas o meses después de su adopción. En la práctica, pensemos, ¿permitimos o creamos oportunidades para que los niños que acaban de ser adoptados manifiesten su dolor por sus pérdidas, su pasado? ¿Y, a lo largo de sus vidas, reconocemos y asistimos a nuestros hijos en su dolor?
Si adoptamos un bebe asumimos, equivocadamente, que la vida de nuestro niño comienza con nosotros. Si adoptamos un niño más mayor consideramos, erróneamente, que su pasado es ahora “su pasado”. Los niños adoptados, de cualquier manera, trasladan muchos aspectos de sus pérdidas a sus nuevas familias, sin importar la edad en la que han sido adoptados.
Las pérdidas infantiles tienen diferente sentido que las de los adultos. Algunos expertos opinan que, para los niños, las pérdidas están basadas en la seguridad, el confort y la familiaridad, y no en el lenguaje de los adultos de amor y afecto.
Se pueden reseñar seis categorías de pérdidas infantiles:
  • pérdida de relaciones (con personas o animales)
  • pérdida de los objetos que brindan confort (juguetes, ropas, la famosa sabanita)
  • pérdida de un ambiente familiar seguro
  • pérdida del “yo” (esa forma de ser y hacer que nos define como únicos)
  • pérdida de habilidades y destrezas
  • pérdida de hábitos y rutinas familiares
Los niños adoptados o acogidos, sin importar su edad, se embarcan en su nueva vida haciendo frente a muchas de estas pérdidas. Han perdido a sus cuidadores, sus ropas y camas, sus olores familiares, sus sabores y sonidos, la forma en que hacían sus cosas, su capacidad para sentirse cómodos con sus vidas y sus lenguajes, y sus rutinas diarias.
Pensemos en la adopción internacional, retiramos a un niño de su ambiente, lo montamos en un avión, cruzamos medio mundo, lo rodeamos de muchas personas en el aeropuerto, lo enfrentamos a gente extraña, olores, texturas, comidas, voces… y esperamos que no se traumatice por ello.
Como padres adoptivos o de acogida, no podemos examinar el impacto de las pérdidas sobre nuestros hijos, porque no son fáciles de ver o identificar. Los niños no suelen hablarnos mucho de lo que sienten que han perdido, sólo podemos considerar lo que ellos dicen o hacen. Algunas reacciones frecuentes de los niños al dolor que causan estas pérdidas pueden ser la ira, la tristeza, la hiperactividad, las respuestas emocionales inadecuadas, la dificultad para tomar decisiones, las conductas regresivas, la pérdida de apetito.
Cuando los niños se sienten sobrepasados por sentimientos muy intensos, naturalmente tratarán de construirse un mundo seguro distanciándose física o emocionalmente, negando o intentando negar la realidad de la pérdida. Las situaciones traumáticas y/o las pérdidas pueden, interferir en el desarrollo general de un niño.
Somos los padres quienes debemos tomar la iniciativa de hablar con nuestros hijos acerca de sus pérdidas y el dolor que ello les trae. No podemos esquivarlos, debemos pasar a través de ellos. Poner palabras a sus emociones. Los niños que han vivido situaciones traumáticas, han sufrido algún tipo de abuso, o simplemente no han tenido una vida estable nunca han aprendido a identificar sus emociones y afectos.
Aunque apoyemos y acompañemos a nuestros hijos a superar sus pérdidas en los primeros años de su llegada a casa, no significa que hayan sido temas superados. Las pérdidas, el dolor y los traumas no desaparecen una vez que los niños se han acoplado a su nueva vida. Reaparecen a lo largo de sus vidas, una y otra vez, de distintas formas hasta la edad adulta.
Como padres adoptivos debemos, por tanto, informarnos y prepararnos para acompañar a nuestros hijos en su dolor y sus pérdidas. Ayudar a nuestros hijos a aceptarlas y crecer desde su dolor es parte de los que significa ser una familia adoptiva.
Susan Ward
Madre adoptiva
Directora de la revista “Older Child Adoption On Line”

fuente: Afam

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